Días de Fútbol. Fútbol con mayúscula. Confieso que puedo reconocer en este deporte el más hermoso de los juegos de equipo, cómo el más tedioso de ellos si no se desenvuelve sobre el césped con la extraordinaria belleza a la que han llegado equipos de clubes o selecciones nacionales.
Me confieso un hijo del rock n’roll, como también lo soy del fútbol. Sin embargo, nunca di una patada con sentido a un balón ni mis oídos permitieron, para gran frustración personal, ser capaz de sacar una melodía a una guitarra. Pero si comparto aficiones, digo yo, debe ser porque ambas disciplinas consiguen arrancarme una emoción. O, por mejor decir, muchas emociones.
Y si hablo de días de fútbol, es porque las dos competiciones que han venido a desarrollarse (una de ellas apenas ha hecho sino empezar y ha coincidido con el final de la otra) casi, en paralelo, han elevado este deporte a la categoría de arte.
Recuerdo mi niñez contemplando el fútbol de salón de Brasil, Holanda, el Real Madrid (del que soy forofo desde el séptimo mes del embarazo de mi madre), el Ajax, el Bayern de Munich o la Real Sociedad. Y si recuerdo a este equipo vasco es porque con su última Liga ganada, además de jugar bien, siempre me viene a la memoria la conversación de dos ilustres periodistas de Donosti que reflexionaron con sumo tino acerca de la capacidad del deporte rey para generar ilusiones. Iñaki Gabilondo escuchaba con atención y anuencia al gran Santiago Segurola. El maestro Gabilondo siempre sostuvo que marcar un gol es más importante que narrarlo. Y es verdad. Pero no es menos cierto que cuando una hábil e ilustrada pluma como la de Segurola aseguraba que el fútbol era capaz de elevar la emoción colectiva de un pueblo (San Sebastián, en el caso que me ocupa) a la categoría de curación paliativa, marcaba, y lo sigue haciendo, un gol por toda la escuadra al pesimismo siempre doloroso. Otra evidencia.
No soy un erudito del fútbol, pero con este deporte me pasa como con el arte. Si Francis Bacon o The Rolling Stones son capaces de conmoverme en la pintura o el rock, lo mismo me ocurre con Messi, Maradona, Iniesta, Ronaldo o Isco. Todos artistas, sin duda.
Hoy mismo, en la redacción de mi medio como, supongo, en cualquier tertulia de empresas, bares o plazas, hemos hablado de estos históricos días de fútbol que nos están brindando las selecciones de España tanto sub-21(ya reeditora del Campeonato de Europa) como la absoluta que ha debutado, de manera impresionante, en esa, a priori, insulsa competición que es la Copa de Confederaciones. Con ellas ya hemos vuelto a hacer buena la referida reflexión de Segurola. España campea el temporal de la crisis financiera mientras que la ‘otra’ España, ‘La Roja’, nos da bálsamo para combatir tanta miseria. Es la grandeza del fútbol. Del gran Fútbol, el de las mayúsculas.
Y en esa tertulia con compañeros doctorados en el deporte rey hago una reflexión en voz alta: Creo que el gran impulsor o inventor del fútbol moderno es Pep Guardiola. Y debo haber dicho una tan oportuna como obvia aseveración porque todos me dan la razón.
Pep Guardiola profundizó en el modelo de su (el) maestro Johan Cruyff. Lo pulió, alimentó y, con ello, sostengo, reinventó el fútbol para un Barça al que fue capaz de dotar de esa innegable vitola de mejor equipo del mundo. Pero por si esto hubiese sido poco, el joven técnico ex azulgrana, y ya del Bayern de Munich, traspasó su personalísimo y pulido estilo ‘tiki-taka’ al viejo zorro de Del Bosque, aquél ‘soso’ que maravillaba en sus días de ‘botas’ desde el centro del campo del Real Madrid. La paradoja de viejo ‘sabio’ que aprende y es capaz de hacer suyo el modelo de Pep. Un tipo que quiere más. Porque, a sabiendas de que se puede morir de éxito, seguro ha buscado y, encontrado, en su retiro neoyorkino, otra nueva fórmula revolucionaria para aplicar a su próximo proyecto. Es decir, un nuevo giro de tuerca. Un proyecto al que puede imprimir una alternativa tan difícil como innovadora. Y creo que, en este, sí, globalizado proyecto de éxito que es el fútbol, conseguirá. Y si no es así, ¿alguien se atreverá a criticarle?
Guardiola se pondrá al frente del mejor club de Europa de este año (según la Champions) y probablemente del mundo. Pep es grande, muy grande y ha elegido el ‘más difícil todavía’. Un terreno sólo abonado a los valientes como él. Hace un rato, he leído que el humilde y generoso Jupp Heynckesle ha recomendado al ‘neogaláctico’ Isco, ese chico por el que beben los vientos grandes como el Madrid o el ‘City’ de Manchester. Pero y Guardiola, ¿tendrá ya en mente a Isco y otras evidentes figuras emergentes? ¿O apostará por esos ‘desconocidos’ con los que siempre nos sorprendió?
Fuere como fuese, con un ojo en la Copa Confederaciones y el otro sabe Dios dónde, seguro que Guardiola seguirá escribiendo nuevos volúmenes de la historia del fútbol con letras de oro.
¿Quién dijo que el entrenador es lo de menos en un equipo de fútbol?